Foto: Tomada de Internet
Por Liudmila Peña Herrera
He atado unos besos (que no versos) a la pata de la cama. Y no sé qué hacer, me desespero, cuando aúllan de dolor por las amarras.
Estos besos son malos, chillones, malcriados. Lloran de nada. Quieren llamadas, fotos, explicaciones. No se conforman. Nada.
Muerden, protestan, esquivan las alertas. No entienden. No quieren. Ávidos de otros besos, son los enemigos más peligrosos que me aguardan.