Por Liudmila Peña Herrera

Fotos: Tomadas de Internet
Ningún día mejor que aquel segundo domingo de mayo para estrenarse como madre. Fue el primero en nacer, y su llanto, el más esperado del mundo. No había nada mejor que tenerlo entre los brazos a medio dormir o acariciarle los pies descalzos para provocarle una sonrisa.
Pero a los tres meses pasó la primera prueba: “Hay que operar a corazón abierto”, dijeron los doctores. Y allí estuvo ella, madre-roble, temiendo lo innombrable por una criatura indefensa, órgano vital de su ser. Sigue leyendo