Por Liudmila Peña Herrera
Estoy parada frente a la clase, escuchándolos hablar. Me encanta este grupo de chicos y chicas preocupados por su país y su futuro. Me encantan todos porque les miro y parece como si el aula fuese una Cuba pequeña. Blancos, negros, mestizos, mujeres, hombres, creyentes, ateos, agnósticos, del campo, de la ciudad, de las montañas… el ajiaco perfecto del que hablara don Fernando Ortiz. Me encantan porque con ellos aprendo más de lo que pudiese yo enseñarles.
Hoy hablan de religión y periodismo. Así lo han pedido y les complazco. No está dentro del programa, pero para hacer buen periodismo no creo que haya un programa predeterminado. Sigue leyendo